


Proyecto cultural apoyado por el Programa de Apoyo a las Culturas Populares y Comunitarias 2007. ICBC - Culturas Populares
El ambiente de libertad de los niñ@s jugando en el parque es casi palpable; aire libre, árboles, aves, música, gente caminando contenta, entusiasmados por el solo hecho de estar aquí paseando, disfrutando de la tranquilidad de caminar es espacios abiertos, donde los niños puedan correr sin que los frene las paredes o rejas de sus casas, sin necesidad de depositar una moneda para que el juego se active.
Aquí el tiempo transcurre diferente, sin prisas ni procupaciones, lo único que importa es disfrutar el momento, las risas de los niñ@s, el ruido de las hojas de los arboles, la música.
En el PARQUE REVOLUCIÓN, podemos apreciar la música popular mexicana, a través de las interpretaciones de los cantantes de
Si quieres pasar un día agradable, ven!, rie, corre juega, diviertete! aprovechemos los lugares públicos y libres en ensnenada!.
El ambiente de libertad de los niñ@s jugando en el parque es casi palpable; aire libre, árboles, aves, música, gente caminando contenta, entusiasmados por el solo hecho de estar aquí paseando, disfrutando de la tranquilidad de caminar es espacios abiertos, donde los niños puedan correr sin que los frene las paredes o rejas de sus casas, sin necesidad de depositar una moneda para que el juego se active.
Aquí el tiempo transcurre diferente, sin prisas ni procupaciones, lo único que importa es disfrutar el momento, las risas de los niñ@s, el ruido de las hojas de los arboles, la música.
En el PARQUE REVOLUCIÓN, podemos apreciar la música popular mexicana, a través de las interpretaciones de los cantantes de
Si quieres pasar un día agradable, ven!, rie, corre juega, diviertete! aprovechemos los lugares públicos y libres en ensnenada!.
En la soledad nocturna de aquel parque contiguo a la Calzada de las Águilas, de inmediato nos percatamos que nosotras éramos las únicas espectadoras de la escena, y como queriendo escapar de la fuerza de tal juramento mis hermanas y yo caminamos presurosas. Al aproximarnos a la orilla del parque y salir de el los reclamos se hicieron cada vez más silenciosos, pero después de aquella noche la imagen dolorida de la joven se repitió incesante en mi memoria.
En el fondo creía que por haberla escuchado sus palabras alcanzarían una mayor dimensión y tanto yo como su novio y por supuesto -todo el mundo-, realmente nos arrepentiríamos de algo, aunque no sabía a ciencia cierta de qué. Antes de aquel día en el parque ensenadense vigilado por el busto de Benito Juárez, en asuntos del corazón sólo habíamos presenciado cortejos y fragmentos de escenas amorosas resguardadas por antiguos eucaliptos.
Transcurridos los días y los años, entre la hierba y el rechinar de los columpios no volvimos a escuchar palabras de desamor y ahora el eco que prevalece en mis recuerdos es el de los parques como un lugar para “bien quererse”, más allá de cualquier promesa.
Esta posibilidad de un mundo sin paredes estrechas -aunque sea momentánea-, provoca a escuchar o platicar con el otro sin prisas o a ser simples observadores del trajín de la ciudad desde un ángulo más amable.
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